Tu aroma me encuentra en el bosque;
me habla, me susurra,
me pide que no niegue lo que siento,
y no puedo ni mentir, ni ocultar este deseo,
tampoco intentar vivir en este silencio.
Y de nuevo te dibujo en mis letras;
me hago esclavo de tus labios,
y te traigo de allá donde parecías lejos
para acercarte a mi piel;
y te mueves como el aire,
y la danza de tu cuerpo sobre mi cuerpo,
se funde en nuestras miradas,
en nuestras manos,
que sostienen el sudor de una pasión
que vive más allá de nuestros nombres
y de nuestros besos.
Tu aroma me encuentra en el bosque;
me habla, me susurra,
me pide que no niegue lo que siento,
y no puedo ni mentir, ni ocultar este deseo,
tampoco intentar vivir en este silencio;
pero en el aire,
vive mi voz y mi recuerdo;
y en tu recuerdo,
vivo yo, en una lágrima muda,
que te hace perder la calma y te agita la respiración.
Y ahora…
somos prisioneros de ese amor
que danza, que se dibuja en las siluetas de mi ventana.