domingo, 29 de septiembre de 2013

"LA VIEJA COPUCHENTA"



"La vieja copuchenta", esa que todos llevamos en el interior, se tomó el poder informativo en nuestro país. Lo que el hombre informado necesita saber es el hecho y punto. ¿Qué? ¿Dónde? ¿Quién? ¿Cuándo? y ¿Por qué?, nada más necesita el hombre informado. La vieja copuchenta quiere saber si el viejo Contreras iba en silla de ruedas o con el bastón "famoso", ese que dio el pie al cierre del penal Cordillera cuando "el Mamo" declaró que "los gendarmes estaban para llevarle el bastón"; si habían manifestantes o no, si lo hicieron a 100 kilómetros por hora, da lo mismo. La extensión de transmisiones televisivas sólo responde a convertir un hecho, que no deja de ser importante, en un espectáculo para curiosos y que deja en evidencia la pésima preparación del periodista reportero que no es capaz de realizar un discurso informativo coherente, cohesionado y exento de interjecciones y muletillas.

Se habrán dado cuenta, a estas alturas, que me refiero a la extensa cobertura del traslado de los militares presos por los crímenes cometidos durante la dictadura. Los hombres informados ya sabíamos el qué, quién, cómo, porqué, dónde, sólo nos faltaba el cuándo, y ello fue cubierto extensamente por todos los canales de televisión abierta interrumpiendo sus programaciones habituales. A esa hora de la noche, para mí, era mucho más importante las declaraciones que emitiría en AR Prime, el director del Sename sobre las medidas futuras que intentarían proteger a los niños de las imbecibilidades y estupideces de los adultos, como lo ocurrido con las hijas del ejecutivo bancario acusado de violarlas, eso sí me parece interesante, porque es en esa etapa donde los adultos nos convertimos en los imbéciles que que somos (nadie se haga la princesa ofendida con este término que sólo significa: alguien que dice o hace tonteras) Cuando siendo niños, nos trauman para el resto de la vida y terminamos convertidos en esto que hoy somos: seres castigadores, llenos de miedos, faltos de poder de decisión, "sin saber actuar" en el mundo, lo que nos transforma en incompetentes, porque el "saber actuar" es lo que se entiende por competencia. Hoy invito a los adultos a pensar y recordar si alguna vez le han dicho a un niño alguno de estos conceptos: "eres un bueno para nada", "deja de hacer tantas tonteras", "eres tan pesado", "eres tan descuidado", "eres tan desmemoriado", "ustedes los niños no pueden...", "deja eso ahí, mejor lo sigo haciendo yo", "no te subas...", "no entres..." NO, NO, NO.

Bueno, yo recuerdo haberlo hecho más de una vez y mis padres lo hicieron conmigo y ahí recuerdo que en ese momento es cuando nos petrificamos, nos "inmovilizamos" para el resto de nuestras vidas, porque no pudimos desarrollar la habilidad de tomar decisiones, porque cada vez que lo hicimos de niños, ¡¡"la cagamos"!! y no queremos repetir ese dolor emocional, ese daño que sentí cada vez que mi "dios PADRE" y mi "diosa MADRE" me recriminaron, me castigaron, me reprobaron; entonces me quedo en la vereda de la vida viendo cómo otros, que sí están capacitados, toman las decisiones por nosotros y nos llenamos de excusas para no participar de ellas como, por ejemplo, cuando en un condominio de 180 co-propietarios hay reunión de asamblea y sólo asisten 30 o en elecciones voluntarias sólo participa un 40 o 50% de la población ¿qué está pasando allí? ¡no queremos "cagarla" de nuevo! No estamos dispuestos a ser juzgados, ni humillados, ni heridos nuevamente como cuando eramos niños, "niños emocionales" en formación y fuimos agredidos por "adultos lógicos" que pretendían que hiciéramos lo "correcto" siempre, sin "equivocarnos" nunca: "¡puta chiquillo huevón, ya lo hiciste mal otra vez!" y en ese momento el padre estaba repitiendo el patrón de lo que su padre le enseñó: ser castigador, represor, estricto y riguroso. La niñez es un espacio de emociones fundamentales con los que los niños comienzan a descubrir la vida y a modelarla, si los dañamos en esa instancia, será para el resto de la vida. 

Pienso en todo esto, que ahora escribo, cuando intento comprender por qué los canales de televisión abierta transmiten extendidamente el cierre de un penal, si yo eso ya lo sabía, me habían dicho que sucedería, bastaba un extra de 2 minutos y que me dijeran: "Ahora es cuándo", y yo trataba de entender en qué momento esos periodistas reporteros so olvidaron de hablar con congruencia gramatical, con frases ordenadas, subordinadas de manera cohesionada y coherentes, sin los molestos alargamientos vocálicos y los desagradables "eeee", que sólo ensucian una comunicación y la respuesta está ahí mismo donde usted está pensando: en la niñez, donde me enseñaron a ser incompetente. Ahí les dejo el tema, para que lo piensen, lo discutan y tomen conciencia cada vez que le hablen a un niño.

domingo, 22 de septiembre de 2013

SE ACABO LA FIESTA






Cuándo leo algunos estados en Facebook en los que muchos lamentan el fin de las celebraciones, de las fiestas, del tiempo libre, entonces más comprendo la frase de Jiddu Krishnamurti: "No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma."

¿Por qué no recrearlo todo y hacer que nuestro trabajo sea entretenido? ¿por qué no convertirlo en un lugar al que me dé placer acudir? Porque somos una sociedad enferma y estamos rodeados de signos que evidencian el mal.





Por nombrar sólo algunos de aquellos signos: 
acuartelar a los carabineros solteros para que no participen en accidentes automovilísticos estando ebrios; los padres que ponen el grito en el cielo cuando sus hijos se sacan malas notas en el colegio y ellos, con suerte pasaban con un 4 (los que lograron estudiar); que nadie repare en que nada aprendió, ni en el colegio ni en la universidad algo "parecido" a como realmente funciona la vida laboral; que lo que aprendemos lo aprendemos trabajando; los planes poco sustentables que presentan la mayoría de los candidatos al poder; que la gran mayoría vota por un candidato sin tener claro realmente cuál es ese plan que nos proponen para que nuestras vidas estén mejor; que el 44% quiera reelegir a Bachelet; que los políticos se "caguen" de susto cuando deben aumentar el sueldo mínimo por que los "dueños" del país se pueden molestar y les dejen la escoba con la cesantía; que la salud y la educación sean un negocio tan lucrativo para los administradores pero no para sus usuarios; que las empresas que "administran" mis ahorros previsionales ganen dinero a manos llenas cada año y mi dinero se haga escaso al grado de que moriré, probablemente, sin pensión...




¡Son tantos los "signos vitales" que nos muestran lo enfermos que estamos! y he allí el principal problema, como es una enfermedad mental alimentada por el miedo, preferimos pensar que todo está bien así, que es mejor no "revolver" las cosas con ningún tipo de "revolución", no vaya a ser que por querer justicia, equidad, equilibrio, amor, respeto... ¡terminemos estando peor! Y todo esto, sólo por leer lo triste que se ponen algunos porque se acabó la fiesta....


Créanme amigos míos que mi fiesta sigue, es continua y eterna, sólo con variaciones. A veces con un asado a la parrilla, otras con sus buenas cervezas, otras con agua, con amigos de trabajo haciendo cosas interesantes y entretenidas; otras con estudiantes, motivándolos a encontrar la pasión en sus vidas; a veces discutiendo y peleando por los derechos y la justicia; a veces en la soledad apasionante del silencio maravilloso que me permite hacer una fiesta conmigo o cuando me concentro para tratar de escribir lo que veo, lo que siento y lo que creo... ¡siempre es una fiesta! No necesito esperar un viernes, un 18 de septiembre o el siguiente feriado... cada día es una fiesta, y agradezco la compañía y la oportunidad de celebrarla, ya sea en el estudio de la radio, en la calle, en una sala de clases o en un taller con trabajadores. Los invito a todos a que hagan de sus vidas una fiesta continua y permanente. Somos de la tierra viviendo de la tierra y es escaso el tiempo de conciencia para desaprovecharlo creando una sociedad tan enferma.


viernes, 6 de septiembre de 2013

"PARA QUE NUNCA MÁS EN CHILE"

PARA QUE NUNCA MÁS EN CHILE



¿Habrá alguna otra frase tan “manoseada” como esta: “Para que nunca más en Chile”? ¿La habrán utilizado después de la conspiración de los tres Antonio, planeada para 1781 o en el motín de Figueroa en abril de 1811 o a lo mejor  después del primer golpe de Estado de José Miguel Carrera en septiembre de 1811 o en la revolución que se desató ese mismo año al día siguiente en Concepción;  o en el segundo golpe de José Miguel Carrera en noviembre de ese mismo año o en el tercero que dio al mes siguiente o en el cuarto que dio en julio de 1814 o tal vez después de la revolución de 1851 o de la de 1859 o después de los otros golpes, el de septiembre de 1924 o del de enero de 1925 o después  del golpe de junio y de septiembre de 1932 o de la conspiración de “Las Mercedes”  de 1933 o tras la matanza del Seguro Obrero de septiembre  de 1938 o del complot de las patitas de chancho de 1948 que fue detectado e Ibáñez y el comandante, comodoro del aire Ramón Vergara Montero terminaron detenidos? 



Esa es nuestra historia, como la de cualquier familia. El padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija, la hija contra la madre ¿Por qué pretender que estemos unidos? ¿De dónde nace esa utópica idea de la “unión nacional”? Nuestra historia cuenta de un país dividido por múltiples razones: económicas, sociales, políticas, religiosas, como en cualquier familia que representa la “dictadura” en la que nacemos, en la que nos desenvolvemos desde los inicios de nuestra experiencia de vida. Nuestros padres nos “obligan” a aceptar sus designios porque son “nuestros” padres; entramos a estudiar en un sistema en que tenemos que “aceptar” normas y leyes establecidas, en contra de nuestras opciones. Hoy asistimos, una vez más, al manejo emocional de los medios de comunicación, que sólo resaltan esta división que ha sido la estructura que nos ha caracterizado desde nuestra concepción como nación. No se entiende la intención de los medios de pretender “promocionar”, “recordar”, “estigmatizar” los hechos ocurridos hace cuarenta años. Pueden haber ocurrido hace cientos o sólo ayer y siempre será lo mismo y dependerá del grado de “iluminación” de una población, del grado de “educación”, “intelectualización” que permita una población instruida en la argumentación retórica basada en el respeto por el oponente para que podamos “construir” una identidad democrática que sea capaz de avanzar hacia un futuro más equitativo, más solidario.



La idea de un “desquisiado” manejando los destinos de una nación, no es una imagen nueva ni propia de nuestra nación, la historia de la humanidad está llena de ellos. No es Pinochet, ni siquiera Allende, somos todos nosotros. Ellos nacen en nuestras poblaciones, en nuestros barrios, en nuestras calles, colegios, grupos religiosos, son representantes de lo que nosotros somos, Y luego, cual doncellas ofendidas, reclamamos en contra de su existencia. Cada uno de nosotros lleva un “Pinochet” en su interior, cada uno de nosotros puede ser dios o satanás al momento de querer establecer los  intereses personales, sobre los intereses de los demás.
No importa si son 40 o 50 años, da exactamente lo mismo; la importancia radica en preguntarse ¿qué clase de ser humano soy? ¿Cuál es la calidad de persona en la que me he convertido y cuál es el respeto que tengo de mis oponentes? sólo entonces la historia cobrará el valor de ser un pilar que nos permita construir una realidad distinta. Hoy es más de lo mismo, y tarde o temprano volveremos a enfrentarnos desde la violencia que genera la ignorancia, la falta de intelectualidad, la falta de preparación lingüística que nos permita leer e interpretar la realidad que estamos construyendo. Tarde o temprano querremos someter al más débil en pos de mis beneficios.



“Para que nunca más en Chile” sólo será posible con una población intelectualizada, informada y que entienda que no existe la derecha ni la izquierda, que sólo existimos los seres humanos que queremos el bien común para que todos seamos capaces de disfrutar de la maravillosa experiencia de vivir. “Iluminarse” no es una experiencia “santificadora”, es sólo tomar conciencia de que cada uno de nosotros somos LA VIDA y que el camino que construyamos para que sea una bella experiencia dependerá del amor con el que seamos capaces de construirla. Que entienda el que quiera y el que no, da lo mismo.