viernes, 6 de septiembre de 2013

"PARA QUE NUNCA MÁS EN CHILE"

PARA QUE NUNCA MÁS EN CHILE



¿Habrá alguna otra frase tan “manoseada” como esta: “Para que nunca más en Chile”? ¿La habrán utilizado después de la conspiración de los tres Antonio, planeada para 1781 o en el motín de Figueroa en abril de 1811 o a lo mejor  después del primer golpe de Estado de José Miguel Carrera en septiembre de 1811 o en la revolución que se desató ese mismo año al día siguiente en Concepción;  o en el segundo golpe de José Miguel Carrera en noviembre de ese mismo año o en el tercero que dio al mes siguiente o en el cuarto que dio en julio de 1814 o tal vez después de la revolución de 1851 o de la de 1859 o después de los otros golpes, el de septiembre de 1924 o del de enero de 1925 o después  del golpe de junio y de septiembre de 1932 o de la conspiración de “Las Mercedes”  de 1933 o tras la matanza del Seguro Obrero de septiembre  de 1938 o del complot de las patitas de chancho de 1948 que fue detectado e Ibáñez y el comandante, comodoro del aire Ramón Vergara Montero terminaron detenidos? 



Esa es nuestra historia, como la de cualquier familia. El padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija, la hija contra la madre ¿Por qué pretender que estemos unidos? ¿De dónde nace esa utópica idea de la “unión nacional”? Nuestra historia cuenta de un país dividido por múltiples razones: económicas, sociales, políticas, religiosas, como en cualquier familia que representa la “dictadura” en la que nacemos, en la que nos desenvolvemos desde los inicios de nuestra experiencia de vida. Nuestros padres nos “obligan” a aceptar sus designios porque son “nuestros” padres; entramos a estudiar en un sistema en que tenemos que “aceptar” normas y leyes establecidas, en contra de nuestras opciones. Hoy asistimos, una vez más, al manejo emocional de los medios de comunicación, que sólo resaltan esta división que ha sido la estructura que nos ha caracterizado desde nuestra concepción como nación. No se entiende la intención de los medios de pretender “promocionar”, “recordar”, “estigmatizar” los hechos ocurridos hace cuarenta años. Pueden haber ocurrido hace cientos o sólo ayer y siempre será lo mismo y dependerá del grado de “iluminación” de una población, del grado de “educación”, “intelectualización” que permita una población instruida en la argumentación retórica basada en el respeto por el oponente para que podamos “construir” una identidad democrática que sea capaz de avanzar hacia un futuro más equitativo, más solidario.



La idea de un “desquisiado” manejando los destinos de una nación, no es una imagen nueva ni propia de nuestra nación, la historia de la humanidad está llena de ellos. No es Pinochet, ni siquiera Allende, somos todos nosotros. Ellos nacen en nuestras poblaciones, en nuestros barrios, en nuestras calles, colegios, grupos religiosos, son representantes de lo que nosotros somos, Y luego, cual doncellas ofendidas, reclamamos en contra de su existencia. Cada uno de nosotros lleva un “Pinochet” en su interior, cada uno de nosotros puede ser dios o satanás al momento de querer establecer los  intereses personales, sobre los intereses de los demás.
No importa si son 40 o 50 años, da exactamente lo mismo; la importancia radica en preguntarse ¿qué clase de ser humano soy? ¿Cuál es la calidad de persona en la que me he convertido y cuál es el respeto que tengo de mis oponentes? sólo entonces la historia cobrará el valor de ser un pilar que nos permita construir una realidad distinta. Hoy es más de lo mismo, y tarde o temprano volveremos a enfrentarnos desde la violencia que genera la ignorancia, la falta de intelectualidad, la falta de preparación lingüística que nos permita leer e interpretar la realidad que estamos construyendo. Tarde o temprano querremos someter al más débil en pos de mis beneficios.



“Para que nunca más en Chile” sólo será posible con una población intelectualizada, informada y que entienda que no existe la derecha ni la izquierda, que sólo existimos los seres humanos que queremos el bien común para que todos seamos capaces de disfrutar de la maravillosa experiencia de vivir. “Iluminarse” no es una experiencia “santificadora”, es sólo tomar conciencia de que cada uno de nosotros somos LA VIDA y que el camino que construyamos para que sea una bella experiencia dependerá del amor con el que seamos capaces de construirla. Que entienda el que quiera y el que no, da lo mismo.

1 comentario:

  1. Excelente! por fin alguien que no tiene en su cabeza ideales de unos fantasmas que no puedo ni quiero ver en mi espejo cada vez que me levanto por las mañanas.
    Gracias por tus sabias y objetivas palabras de hoy y siempre.

    ResponderEliminar