PARA QUE NUNCA MÁS EN CHILE
¿Habrá alguna otra frase tan “manoseada” como esta: “Para
que nunca más en Chile”? ¿La habrán utilizado después de la conspiración de los
tres Antonio, planeada para 1781 o en el motín de Figueroa en abril de 1811 o a
lo mejor después del primer golpe de
Estado de José Miguel Carrera en septiembre de 1811 o en la revolución que se
desató ese mismo año al día siguiente en Concepción; o en el segundo golpe de José Miguel Carrera
en noviembre de ese mismo año o en el tercero que dio al mes siguiente o en el
cuarto que dio en julio de 1814 o tal vez después de la revolución de 1851 o de
la de 1859 o después de los otros golpes, el de septiembre de 1924 o del de
enero de 1925 o después del golpe de
junio y de septiembre de 1932 o de la conspiración de “Las Mercedes” de 1933 o tras la matanza del Seguro Obrero
de septiembre de 1938 o del complot de
las patitas de chancho de 1948 que fue detectado e Ibáñez y el comandante,
comodoro del aire Ramón Vergara Montero terminaron
detenidos?
Esa es nuestra historia, como la de cualquier familia. El padre
contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija, la hija
contra la madre ¿Por qué pretender que estemos unidos? ¿De dónde nace esa utópica
idea de la “unión nacional”? Nuestra historia cuenta de un país dividido por
múltiples razones: económicas, sociales, políticas, religiosas, como en
cualquier familia que representa la “dictadura” en la que nacemos, en la que
nos desenvolvemos desde los inicios de nuestra experiencia de vida. Nuestros
padres nos “obligan” a aceptar sus designios porque son “nuestros” padres;
entramos a estudiar en un sistema en que tenemos que “aceptar” normas y leyes
establecidas, en contra de nuestras opciones. Hoy asistimos, una vez más, al
manejo emocional de los medios de comunicación, que sólo resaltan esta división
que ha sido la estructura que nos ha caracterizado desde nuestra concepción
como nación. No se entiende la intención de los medios de pretender “promocionar”,
“recordar”, “estigmatizar” los hechos ocurridos hace cuarenta años. Pueden
haber ocurrido hace cientos o sólo ayer y siempre será lo mismo y dependerá del
grado de “iluminación” de una población, del grado de “educación”, “intelectualización”
que permita una población instruida en la argumentación retórica basada en el
respeto por el oponente para que podamos “construir” una identidad democrática
que sea capaz de avanzar hacia un futuro más equitativo, más solidario.
La idea de un “desquisiado” manejando los destinos de una
nación, no es una imagen nueva ni propia de nuestra nación, la historia de la
humanidad está llena de ellos. No es Pinochet, ni siquiera Allende, somos todos
nosotros. Ellos nacen en nuestras poblaciones, en nuestros barrios, en nuestras
calles, colegios, grupos religiosos, son representantes de lo que nosotros
somos, Y luego, cual doncellas ofendidas, reclamamos en contra de su
existencia. Cada uno de nosotros lleva un “Pinochet” en su interior, cada uno
de nosotros puede ser dios o satanás al momento de querer establecer los intereses personales, sobre los intereses de
los demás.
No importa si son 40 o 50 años, da exactamente lo mismo;
la importancia radica en preguntarse ¿qué clase de ser humano soy? ¿Cuál es la
calidad de persona en la que me he convertido y cuál es el respeto que tengo de
mis oponentes? sólo entonces la historia cobrará el valor de ser un pilar que
nos permita construir una realidad distinta. Hoy es más de lo mismo, y tarde o
temprano volveremos a enfrentarnos desde la violencia que genera la ignorancia,
la falta de intelectualidad, la falta de preparación lingüística que nos
permita leer e interpretar la realidad que estamos construyendo. Tarde o
temprano querremos someter al más débil en pos de mis beneficios.
“Para que nunca más en Chile” sólo será posible con una población
intelectualizada, informada y que entienda que no existe la derecha ni la izquierda,
que sólo existimos los seres humanos que queremos el bien común para que todos
seamos capaces de disfrutar de la maravillosa experiencia de vivir. “Iluminarse”
no es una experiencia “santificadora”, es sólo tomar conciencia de que cada uno
de nosotros somos LA VIDA y que el camino que construyamos para que sea una
bella experiencia dependerá del amor con el que seamos capaces de construirla.
Que entienda el que quiera y el que no, da lo mismo.
Excelente! por fin alguien que no tiene en su cabeza ideales de unos fantasmas que no puedo ni quiero ver en mi espejo cada vez que me levanto por las mañanas.
ResponderEliminarGracias por tus sabias y objetivas palabras de hoy y siempre.