A veces queremos que
el humo sea llamas, fuego
y es sólo eso, humo...
indicio de tantas cosas diferentes.
Tal vez la más triste,
es que sea el amago de un fuego
que no le alcanzó ni para cenizas.
A veces queremos que
el humo sea eterno, perenne,
pero es sólo eso, humo...
que se desvanece a la
menor brisa, al menor suspiro,
porque no alcanzó a encender el pasto
porque estaba demasiado seco
y fue sólo el indicio de unas chispas.
A veces queremos que
el humo sea denso, sofocante
y entonces nos asfixia y nos ahoga
y consume todo el oxigeno
de cada uno de nuestros sueños,
de nuestras esperanzas y nostalgias
y entonces nos aturde y nos mata.
A veces queremos que
el humo sea disperso y diferente
y nos nos alcanzamos a dar cuenta
que el el humo somos nosotros.
El humo es ese Ser que soy yo
reflejado en un otro,
y el humo entonces será tan sólo
como yo lo permita.
Si no alcanzó ni para cenizas;
si fue eterno y perenne;
si fue denso y asfixiante,
y consumió cada uno de tus sueños
hasta aturdirte o matarte,
es por que así lo quisiste.
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