A veces mi cama
se transforma en un desierto;
un desierto de arenas movedizas
que me traga el alma y las ganas,
y me desangro
de una sangre que no tengo,
y ya no tengo ganas
de impulsar mis deseos
a un mundo histérico, errático, lunático.
Sólo el ruido rebotando en el cemento
mató de un peñascazo al zorzal
y reventó a la oruga camino al sol
de una cama desierta,
desierta de mi alma y de mis ganas.
Tal vez sea mejor quedarse en cama esta mañana.
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