Estaba lavando mis penas en el mar,
hecho un río de sal;
desbordado, desnudo, desgarrado...
Y me rozó tu alma;
como un leve suspiro,
como una breve mañana,
como una caricia que sana.
Estaba sacando la sal de mis penas,
arrodillado, encogido, afanado...
Y me llenaste de luz;
como una mañana que despierta,
desperezándose de una eterna siesta,
dormida en un agujero del tiempo,
de un tiempo desconocido
que despertó del olvido.
Y calló la pena, la sal, el mar y los ríos;
silencio dulce, tierno, cariñoso,
que se fue llenando
con los acordes de tu cuerpo,
y las notas de tu pelo
y las caricias de tus miradas.
Estaba lavando mis penas en el mar,
hecho un río de sal;
desbordado, desnudo, desgarrado...
Y me rozó tu alma.
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