No te cantaré ni una nota
mientras te escondas
tras ese viejo árbol junto al Mälardalen;
no te silbaré nuestra canción
si no te asomas al balcón;
no diré tu nombre hasta que tus ojos
se estrellen en los míos.
Mudarán la piel las serpientes;
se despojarán de sus ropas
los añosos otoñales
en los bosques de mi infancia;
me contaré cuentos en silencio,
mientras renuevo mi piel y mis canas;
tendido sobre las hojas de un otoño
que marcan las horas que nos faltan.
Sé que saldrás del viento,
del mar y sus tormentos,
del cielo y de los tiempos,
y tocarás mi alma con un beso
que romperá la espera eterna
y ahuyentará del niño los lamentos.
Sé que vendrás vestida de piel
y deseos, de sueños y esperanzas,
porque así te ví colgada de mis sueños,
al despertar esta mañana,
mientras el roce fino de un beso suave,
vestido de aire salino y nostalgia,
se instalaba en el borde de mi alma.
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