Mientras los colores y el sol
rozan las praderas de tu alma,
el otoño ensombrese la mía.
Una hoja seca barrida por el viento
recorre el laberinto de mis penas,
de mis tristezas y amarguras.
Me cobijo en el silencio,
en el fondo del frío pozo de un averno,
en el que yace mi alma dormida.
Y se instala la noche invernal
justo en medio de mi pecho,
como una lanza de hielo
que me rompe hasta los huesos.
Si, morir quisiera;
morir muriendo;
morir durmiendo;
morir creyendo
que se murió conmigo
el laberinto de mis penas.
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