lunes, 28 de octubre de 2013

PADRES ENOJADOS

Transito por la vida y miro a mi alrededor y veo mi propia infancia. ¡Cuántas madres, cuántos padres enojados por la vida, con la vida y de la vida! Están otorgándoles el placer de la razón a sus padres como éstos lo hicieron con los suyos, como yo lo hice con los míos hace un par de décadas. ¡Putas que razón tenían cuando me decían: “ya verás, cuando tengas tus propios hijos, entonces me entenderás”! Y claro que los entendí. Entendí por qué cresta andaban enojados todo el tiempo. Esos carachos largos de mi madre que hacían que una hermosa mujer se viera fea. Esa cara de ogro de mi padre que después vi en mi propio espejo cuando me di cuenta que estaba tan enojado con mis hijos como ellos lo estuvieron conmigo un día; y como mi abuelo con él, y mi tatarabuelo y mi tataratatara y así para atrás en la historia. “Ves, no te dije que ahora me entenderías; otra cosa es con guitarra pues”, solía ser la frase triunfal con la que mis padres coronaban el éxito de su profecía.


Ya más adentrado en el camino de la vida, me doy cuenta de esta “programación” a la que nos entregamos: estoy, como mis padres, enojado con mis hijos porque son desordenados, desobedientes, hiperkinéticos, atrevidos, insolentes, flojos y cuanta otra “etiqueta” se le ocurra a ustedes agregar a esta larga lista de epítetos con los que los padres “identificamos” esas bellas etapas de aprendizaje como la niñez, la adolescencia y la maravillosa juventud, divino tesoro.



¿Cómo pedirles perdón a mis hijos? ¿Cómo decirles que creí de ellos, como otros creyeron de mí cosas que no eran ciertas? Porque no es cierto que sean desordenados, desobedientes, hiperkinéticos, atrevidos, insolentes y flojos ¡SON NIÑOS, JÓVENES, ADOLESCENTES POR EL AMOR DE DIOS! Y se comportan de esa precisa manera para encontrarle su propio sentido a la vida y nada saben de la falta de "amor paciente" de sus dioses-padres que, por amor, hacen hasta lo más extremo para que sus retoños cumplan con la voluntad de ellos (¿podrá haber algo más enfermo que esto?), y en ese extremo está la violencia de todo tipo que utilizamos los padres como herramientas para conseguir el objetivo: convertirlos en buenas personas ¡SI ESTÁ ESCRITOS HASTA EN LA BIBLIA POR EL AMOR DE DIOS! (Heb.12:5-9)(Las atrocidades de la biblia)



¿Cuántas veces no lo ha sacado de quicio el actuar de sus hijos? ¿Cuántas veces, a lo más Homero Simpson, no ha querido asfixiar a su “pequeño Bart”?





¿Cuántas veces no los ha tratado de imbéciles porque no han escuchado sus instrucciones? Y entonces los disciplinamos, los castigamos y los preparamos para que cuando ellos sean padres, puedan entender ¡por qué cresta andamos tan enojados por la vida!

Pido perdón a todos mis hijos y a los hijos del mundo y al hijo que yo fui en un pasado muerto, por estos “padres-monstruos” en los que nos convertimos y dejamos que el miedo al fracaso nos aleje de lo hermoso de la paternidad, que no es otra cosa que acompañarlos mientras experimentan la vida y las herramientas que necesitan para disfrutar del mundo, de esta pequeñita pausa que no va a durar más que unas 80 vueltas al sol, en promedio; miedo que nos distrae de lo que nuestros niños nos enseñan en el día a día de sus vidas, que es tan distinto al nuestro (su tiempo no tiene tiempo); miedo que nos aleja de la comprensión de sus juegos, de su inocencia, de su necesidad de equivocarse para aprender, de su necesidad de fracasar para reconocer el éxito y no declinar ante una derrota, de su necesidad de reír sólo por la felicidad que nos provoca estar vivos.


Pedirles perdón, por aquella razón subyacente que nos hace estar enojados a los padres gran cantidad de tiempo, y es porque ustedes, amados jóvenes, nos enrostran con su existencia, que en alguna parte de nuestra historia “metimos la pata” y transformamos, lo que podría haberse convertido en el cielo en la tierra, en nuestro verdadero y personal infierno.



El problema no está en los niños ni en los jóvenes, el problema está en nosotros. Siempre vivimos en la tragedia sin mirar, sin buscar su origen y éste está siempre al interior de nosotros; como es adentro es afuera. Si soy capaz de instalar en ese interior el amor compasivo, entonces mi “afuera” se convertirá en un mundo amable; si lo que está instalado en mi corazón es el odio y el rencor, entonces mi mundo será como un episodio más de “The Walking Dead”.


domingo, 20 de octubre de 2013

SOÑAR LA VIDA

Hace unos días me ocurrió algo notable. Desperté una hora antes de que sonara la alarma de mi celular, eso fue a las 5 y media de la mañana. Supuestamente me quedé meditando sobre lo que sería este día para mí; de lo mal que me hacía comer de noche y lo asociaba a la sensación de estar teniendo un alza de presión a esa hora de la mañana; lo notaba también en la aceleración inusual de las palpitaciones de mi corazón y entonces decidí no volver a comer de noche, pero la gran interrogante era que eso ¡yo ya lo sabía! Sin embargo, no era capaz de resistirme a aceptar una invitación tentadora, como si una buena cerveza, una buena conversa, necesariamente, tuviera que acompañarse de una buena porción de carbohidratos y proteínas. En ese momento, durante esa hora que le robé a mí dormir matutino, prometí recordar la sensación de malestar que tenía en ese preciso instante cuando alguna buena moza osara invitarme a comer; aceptaría la invitación canjeando los alimentos por alguna otra interesante entretención. Siendo honesto, al segundo siguiente reconocí que no sabía si sería capaz de recordar esta mala sensación. Fue justo en ese momento cuando sonó la alarma y entonces desperté y me di cuenta que todo ese rato, esos 60 minutos que creí estar despierto, meditando, reflexionando sobre los malestares corporales que producía la comida ingerida a altas horas de la noche, tomando decisiones, ¡había sido sólo un sueño! No había malestares, ni palpitaciones, solo un sueño en el que creí estar despierto, hasta que sonó la alarma a las seis y media de la mañana.

Comencé a preguntarme ¿cuántas veces creemos estar despiertos, haciendo cosas, tomando decisiones y en realidad sólo estamos soñando? La diferencia entre el sueño y la realidad es la acción, esa que permite crear mi realidad. Todos podemos soñar. Soñar es el principio de creación con el que dibujamos el mundo. Lo pensamos, lo imaginamos, al comienzo es una simple ilusión. Cuando a esa imagen le ponemos intención, afectos, emociones, sentimientos, entonces nos movemos, caminamos en esa dirección para que esa ilusión se convierta en realidad. La pregunta es: ¿Me estoy moviendo en esa dirección realmente? Si la respuesta es NO, entonces sólo estoy soñando. El sueño sin acción, en buen chileno, ¡vale callampa! Einstein era menos ordinario para hablar del tema: “Lo más cercano a la locura es querer que pasen cosas nuevas en mi vida y seguir haciendo lo mismo de siempre”. Para él, quien desea cosas nueva pero no hace nada para obtenerlas ¡simplemente está loco!


Esa mañana comencé a tomar conciencia de cuando realmente he estado despierto y de cuando he estado sólo soñando. La iluminación es un tesoro invaluable, nos permite llevar luz a aquellas zonas oscuras de nuestro inconsciente y descubrir que ¡casi siempre sólo estamos soñando! Quisiéramos esto, lo otro, aquello, lo de más allá, lo de más acá, creemos que nos movemos en esa dirección, pero ¡no! Sólo estamos soñando ¿saben por qué? Porque no estamos TOMANDO DECISIONES, por lo tanto NO NOS ESTAMOS MOVIENDO EN NUESTRA DIRECCIÓN. Lo único que hacemos, es movernos en la dirección de los SÍ toman las decisiones y construyen la realidad, sus sueños, los que nosotros, muchas veces contra nuestra voluntad, sólo estamos compartiendo, girando y caminando en las direcciones que ellos señalan. Somos coprotagonistas de sus vidas, o sea, somos sólo extras en esta película llamada LA VIDA.

¿Cuándo tomamos el rol protagónico? Cuando vamos tras esos sueños. Participando de la toma de decisiones, haciéndonos cargo de las consecuencias, permitiéndonos fallar todas las veces que sea necesario, haciendo que los demás se muevan en la dirección que yo señalo y hago todo lo necesario para conseguir aquello que me propongo y no desfalleceré si no lo consigo a la primera; para la segunda estaré mejor preparado ¿Saben cómo se llama eso? VIVIR.

Nos escapamos de la vida cuando comenzamos a dar pretextos, a excusarnos culpando siempre a los demás, a jugar el rol de víctima. Jugamos este papel porque hay una información escondida en la zona más oscura del inconsciente: TENGO MIEDO. Miedo a decidir, miedo a tomar decisiones y a fallar, porque cuando era un pequeño intentando jugar en la vida me equivoqué algunas veces, bueno en realidad todas las veces en que me permitieron decidir, y ellos me hicieron saber su malestar; ellos, mis adultos significantes se encargaron de grabar a fuego, lo desilusionados que estaban de mí, lo triste que se habían puesto, lo agresivo de sus rostros, lo hiriente de sus palabras quedaron registradas en mi cuerpo del dolor. ¡Cuánta razón tenemos para escaparnos de la vida! 



Que otros tomen las decisiones, que otros hagan las leyes, que otros diseñen la sociedad, que otros elijan a sus representantes, que yo no quiero volver a sentir el rechazo de mis dioses-padres, mis adultos significantes. Fue demasiado el dolor. Fue demasiado para un pequeño como yo, sostener la responsabilidad de un mundo tan grave, tan serio, tan importante, tan grande, donde estaba prohibido equivocarse, donde había que saber hacer las cosas y yo era un inútil, un “bueno para nada”, un tonto. Entonces, es en ese tierno momento de nuestra niñez cuando tomamos la última decisión importante en nuestras vidas: no volver a decidir jamás sobre las cosas importantes, sobre la vida, sobre la creación de realidad; de ahí en adelante comenzamos a vivir en el sueño que otros convertían en realidad. Es por eso que, generalmente, no nos gusta “la vida que nos tocó vivir”.

Es momento de poner la alarma, es tiempo de dejar de soñar el sueño de otros y comenzar a construir la realidad que queremos para nuestras vidas. Hay que despertar a la conciencia. Hay que iluminar aquel oscuro espacio del inconsciente donde se esconden todas las razones que explican cada una de mis acciones y conductas. Necesitamos hacer un compromiso: Desde hoy nos haremos cargo de nuestras vidas y “bajaremos” a aquella zona para “ordenar” los cables y “reconectarlos” a emociones positivas que me alejen del miedo, que me hagan comprender que nada grave pasará si me equivoco en una decisión. Me equivocaré todas las veces que sea necesario, hasta que aprenda a decidir y me daré permiso para ello, ese permiso que mis adultos significantes me prohibieron.

“Los padres queremos que nuestros hijos no se equivoquen para que sean buenas personas, personas felices a los que nada malo les pase, por eso los castigamos cada vez que lo hacen mal y terminamos haciendo las cosas por ellos, con el malestar en el rostro, ese malestar que nos da porque no saben hacer bien las cosas e insisten en hacerlo como ellos quieren y no como se lo decimos sus padres y siempre se equivocan dándonos la razón ”, me decía una vez un amigo que jamás quiso entender la paradoja de su declaración, de su defensa, de su justificación y porque no decirlo, de su culpa ya que su hijo había “salido” justo lo contrario. “No lo dejaste equivocarse cuando estaba aprendiendo a tomar decisiones y que sintiera los efectos de sus consecuencias”, le dije en vano.(“No me obligues decir: te lo dije” me parecía escuchar en esta justificación.)

En esa zona oscura están las razones de las sin razones. Si desciendo hasta allí, podré entender mis juicios y necedades, mis dolores y mis angustias, mis amarguras e insatisfacciones. Allí podré descubrir por qué siento como siento y pienso como pienso y creo lo que creo. Cuando tenga todas estas respuestas podré poner la alarma y despertar de verdad a la VIDA y sólo entonces dejaré de escapar y dejaré de ser un niño herido y entonces me convertiré en adulto y no tendré que esperar ir de salida para comprender lo que es este juego maravilloso que llamamos VIDA.

UNA RAZÓN PARA VOTAR



El pasado viernes, conversando con una amiga, antes que se emitiera la franja política presidencial por televisión, le dije: "La única manera que gane Alfredo Sfeir Younis, el representante del Partido Verde, sería que le dieran la posibilidad de votar a los niños". Con esto no digo que los adultos no quieran ese mundo ideal, justo y equitativo, además de sustentable, ¡claro que lo quieren! pero tienen miedo. 

Cuando esos adultos eran niños, les dijeron que el pan se ganaba con el sudor de la frente; que se dieran con una piedra en el pecho y que agradecieran que tenía migajas para comer; que el mundo es de los ricos; que las oportunidades son para los que tienen plata y que es mejor quedarse calladitos porque podemos perder lo poco que tenemos si andamos diciendo cosas... Entonces, con esa grabación en nuestro inconsciente, ¿qué es lo que haremos en las próximas elecciones presidenciales? Pues ¡no diremos nada! para que sigan gobernando para esos pocos, que gracias a ellos tendremos aseguradas las migajas, no vaya a ser que las perdamos por escoger el otro camino. 


No sé, ni me interesa si va a ganar o no mi opción en las elecciones presidenciales, lo único que sé y que me interesa es que yo votaré por Alfredo Sfeir Younis porque no tengo miedo, porque sé que hay mil maneras de escribir realidades distintas, porque sé que tomando decisiones son posibles la acciones y con éstas puedo ayudar a construir ese mundo que me hicieron creer que era una utopía. Escuchen a los niños de la franja del candidato del otro camino y pregúntenle a sus hijos si ese es el mundo que quieren y no será necesario que adivinen la respuesta.


Si todos lo padres hiciéramos eso veríamos el ocaso de la democracia representativa a la que nos invitan los de siempre y nos pondríamos manos a la obra, todos, de manera participativa, colaborativa, a construir ese otro camino que nos propone Alfredo, "metiendo las manos al barro", porque sólo de esa manera se construyen los cántaros de greda. "Meter las manos" es la figura que quiere decir: ¡tomar decisiones! y así realizar las acciones para construir ese Chile con el que todos soñamos ¡Pierdan el miedo! 



Ya tuvieron el tiempo suficiente para ver a donde los conducía el viejo camino; ya han podido comprobar que las dos grandes corrientes políticas de este país tienen un puerto común, el fin de su camino es siempre lo mismo: la herencia de Pinochet, gobernar para los ricos pensando en el beneficio del chorreo, la política de la migaja, el miedo a perderlo todo. Voy a escuchar a ese niño que no tiene miedo y votaré por Alfredo Sfeir, pero no sólo voy a votar, voy a participar en ese otro camino en el que yo también creo.




sábado, 5 de octubre de 2013

LA ALEGRÍA YA VINO



Si usted no está alegre de poder reunirse con sus amigos y familia a la hora que sea, en el lugar que sea; si usted no está alegre de poder manifestar públicamente su molestia por una ley o norma que, siente, nos hace mal como país; si usted no está alegre cuando otros que piensan distinto a usted pueden también manifestarse con plena libertad; si usted no está alegre de poder tener acceso a toda la información que necesite para contribuir a la transparencia de las administraciones que elegimos voluntariamente; si usted no está alegre porque sus familiares y amigos hoy mueren por causas naturales, ya sean enfermedades, accidentes o simplemente de vejez y no por pensar distinto; si usted no está alegre de tener la responsabilidad de ser una persona informada que participa en las decisiones que construyen nuestra realidad; si usted no está alegre de poder reunirse con los que piensan como usted para formar mayorías que gobiernes nuestros destinos de acuerdo a mi modelo de vida; si usted no está alegre de poder caminar por las calles, salir del Metro y no encontrarse con militares armados hasta los dientes y con los rostros pintados de negros instalando el miedo más allá de nuestros huesos, haciéndonos sentir ciudadanos de segunda; entonces no entiendo qué tipo de alegría esperaba que llegara hace 25 años cuando triunfamos los que dijimos NO. 



Esta alegría fue la que sentí, con el miedo a mis espaldas, cuando mi lápiz grafito N° 2 se deslizaba sobre el voto y entendí que al votar de esa manera estaba, en realidad, votando que SI a todo lo anterior, a la dignidad, a la libertad, al respeto, al amor. Es hora, más que nunca de honrar esa decisión. Informarse, participar de las decisiones que modelan, nuestras comunas, nuestras ciudades, nuestro país, porque son las decisiones que estarán modelando la realidad de la sociedad, esa que compartimos usted y yo, usted y mis hijos, mis hijos y usted. Esa realidad social que pretendemos sea cada vez más justa y equitativa, para usted, para mis hijos, para todos. 

Un 3% de este país come chocolate con láminas de oro, el 97% restante: sólo las migajas y todo por no honrar ese maravilloso 5 de octubre de 1988, por no tomar decisiones y participar de la democracia. Esta es una gran responsabilidad que no todos quieren tomar y entonces la dejamos en las manos de unos pocos que sólo gobiernan para unos pocos y el resto de nosotros, por no tomar decisiones, nos quedamos a la vera del camino viendo pasar la vida, sobreviviendo a lo que otros modelan y construyen.


Hace 25 años tomamos una decisión y logramos cambiar CHILE ¿Ven lo que pasa cuando tomamos decisiones y corremos el riesgo? La alegría llegó, pero llegó en esa forma maravillosa llamada libertad. Libertad para elegir, para equivocarme, para “embarrarla” o para acertar. Libertad que me recuerda quién soy y que mi opinión también vale. Si usted votó que NO para que se fuera el tirano, el dictador, el vil asesino, el General Pinochet, entonces votó por algo totalmente diferente a lo que yo entendí. Si algo le tengo que agradecer al dictador, es que me haya enfrentado con mi poder, con el hacerme cargo de mis decisiones y sus consecuencias; agradecerle el haber comprendido que todos somos responsables de la sociedad que construimos, incluso somos responsables de que él haya existido en nuestras vida. Estoy alegre y no sólo por estar celebrando el triunfo del NO, mí triunfo. Estoy alegre porque veo que caminamos hacia una sociedad más informada y que se atreverá, cada vez más, a tomar decisiones y que se hará cargo de las consecuencias y que éstas se transformarán, cada vez más, en acciones justas y equitativas que darán paso a una sociedad donde todos tendremos pan en la mesa y no sólo migajas, porque sólo entonces entenderemos que un país se construye entre todos para hacerlo a la medida de todos y no de unos pocos.

Gracias a todos los que hace 25 años me regalaron un país más divertido donde vivir, donde aprender ser una mejor persona; un país donde mis hijos y mis nietos crecen bien, como escribiera una canción. Gracias a todos con todos los corazones de los chilenos que hoy crecemos bien.