Ya más adentrado en el camino de la vida, me doy cuenta de esta “programación” a la que nos entregamos: estoy, como mis padres, enojado con mis hijos porque son desordenados, desobedientes, hiperkinéticos, atrevidos, insolentes, flojos y cuanta otra “etiqueta” se le ocurra a ustedes agregar a esta larga lista de epítetos con los que los padres “identificamos” esas bellas etapas de aprendizaje como la niñez, la adolescencia y la maravillosa juventud, divino tesoro.
¿Cómo pedirles perdón a mis hijos? ¿Cómo decirles que creí de ellos, como otros creyeron de mí cosas que no eran ciertas? Porque no es cierto que sean desordenados, desobedientes, hiperkinéticos, atrevidos, insolentes y flojos ¡SON NIÑOS, JÓVENES, ADOLESCENTES POR EL AMOR DE DIOS! Y se comportan de esa precisa manera para encontrarle su propio sentido a la vida y nada saben de la falta de "amor paciente" de sus dioses-padres que, por amor, hacen hasta lo más extremo para que sus retoños cumplan con la voluntad de ellos (¿podrá haber algo más enfermo que esto?), y en ese extremo está la violencia de todo tipo que utilizamos los padres como herramientas para conseguir el objetivo: convertirlos en buenas personas ¡SI ESTÁ ESCRITOS HASTA EN LA BIBLIA POR EL AMOR DE DIOS! (Heb.12:5-9)(Las atrocidades de la biblia)
¿Cuántas veces no lo ha sacado de quicio el actuar de sus hijos? ¿Cuántas veces, a lo más Homero Simpson, no ha querido asfixiar a su “pequeño Bart”?
Pido perdón a todos mis hijos y a los hijos del mundo y al hijo que yo fui en un pasado muerto, por estos “padres-monstruos” en los que nos convertimos y dejamos que el miedo al fracaso nos aleje de lo hermoso de la paternidad, que no es otra cosa que acompañarlos mientras experimentan la vida y las herramientas que necesitan para disfrutar del mundo, de esta pequeñita pausa que no va a durar más que unas 80 vueltas al sol, en promedio; miedo que nos distrae de lo que nuestros niños nos enseñan en el día a día de sus vidas, que es tan distinto al nuestro (su tiempo no tiene tiempo); miedo que nos aleja de la comprensión de sus juegos, de su inocencia, de su necesidad de equivocarse para aprender, de su necesidad de fracasar para reconocer el éxito y no declinar ante una derrota, de su necesidad de reír sólo por la felicidad que nos provoca estar vivos.
Pedirles perdón, por aquella razón subyacente que nos hace estar enojados a los padres gran cantidad de tiempo, y es porque ustedes, amados jóvenes, nos enrostran con su existencia, que en alguna parte de nuestra historia “metimos la pata” y transformamos, lo que podría haberse convertido en el cielo en la tierra, en nuestro verdadero y personal infierno.
El problema no está en los niños ni en los jóvenes, el problema está en nosotros. Siempre vivimos en la tragedia sin mirar, sin buscar su origen y éste está siempre al interior de nosotros; como es adentro es afuera. Si soy capaz de instalar en ese interior el amor compasivo, entonces mi “afuera” se convertirá en un mundo amable; si lo que está instalado en mi corazón es el odio y el rencor, entonces mi mundo será como un episodio más de “The Walking Dead”.
El problema no está en los niños ni en los jóvenes, el problema está en nosotros. Siempre vivimos en la tragedia sin mirar, sin buscar su origen y éste está siempre al interior de nosotros; como es adentro es afuera. Si soy capaz de instalar en ese interior el amor compasivo, entonces mi “afuera” se convertirá en un mundo amable; si lo que está instalado en mi corazón es el odio y el rencor, entonces mi mundo será como un episodio más de “The Walking Dead”.
Yo estoy recién comenzando en esto de ser padre, y tu reflexión me remeció hasta los huesos. De corazón perdono a mis padres por las barbaridades que me hayan dicho en el nombre de su deber de formarme, y le prometo a mi hijo, y a mi mismo tratar de no caer en los mismos errores. Para quienes, como yo, se han conmovido, y comparten con jóvenes, recopilé estas citas:
ResponderEliminar"Los jóvenes de hoy aman el lujo, tienen manías y desprecian la autoridad. Responden a sus padres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros. Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros."-
“¿Qué les pasa a nuestros jóvenes? No respetan a sus mayores, desobedecen a sus padres. Ignoran las leyes. Hacen disturbios en las calles inflamadas con pensamientos salvajes. Su moralidad decae. ¿Qué será de ellos?” -
"No veo esperanza para el futuro de nuestra gente si dependen de la frívola juventud de hoy en día, pues ciertamente todos los jóvenes son salvajes más allá de las palabras… Cuando yo era joven, nos enseñaban a ser discretos y respetar a los mayores, pero los jóvenes actuales son excesivamente ofensivos e impacientes a las restricciones." -
La primera frase es de Sócrates, acuñada hace setecientos años; la segunda es de Platón, cien años antes de esa, y la última es de Hesíodo, pronunciada hace más de novecientos años.
Gracias por tu aporte Hugo. ¿Cómo podemos esperar algo distinto de una juventud que desde siglos viene siendo "decretada" lingüísticamente como lo peor del ser humano? ¡Qué enfermedad más rara la de los adultos que pretenden que la juventud se comporte de manera equilibrada, madura!
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