jueves, 5 de enero de 2017

AMOR QUE AGONIZA



Un rastro perdido en un camino olvidado;
un candado abierto en un portón desvencijado;
una puerta rota de una habitación maldita;
un alambre de púas que desgarra la piel del recuerdo;
media luz de media lámpara que medio alumbra
el dolor mortecino del fantasma de la piel rasgada
por el recuerdo herido y desgarrado por las púas de su alma.

Un camino olvidado por el tiempo y por la vida;
maderas podridas que tratan de sostener los candados oxidados;
una habitación oscura de lamentos y gemidos subterráneos;
un recuerdo que se retuerce entre alambres ensangrentados;
por un mundo que se derrumba en un abismo escondido y olvidado;
donde vagan las almas que perdieron el rastro y el camino.

Una luz mortecina que ya se apaga en una danza macabra;
las sombras se hacen inmensas, ocres monstruos que asesinan;
y de la habitación nace un lamento que se ahoga en un llanto amargo;
y los pasos del fantasma herido se arrastran en aquel rastro perdido;
una mano tuerce el rodillo y las púas se entierran en la carne;
el gemido se hace grito y las sombras se armas de puñales ancestrales;
y el silencio se hace eterno y la oscuridad se convierte en reina.

El fantasma agoniza en un rincón de la historia no terminada;
el silencio ahoga el último gemido con su mano y retuerce el dolor adormecido;
y el viento comienza a barrer las cenizas del camino, y del rastro perdido,
de la media lámpara, de los candados vencidos y la maderas podridas;
es el olvido que va cayendo, que va arrasando con el bosque encantado;
y el otrora príncipe en fantasma convertido por el olvido de su amada,
se cubre de la oscuridad y del silencio y entrega su último suspiro al despertar el alba.


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