“Ups se me quedó el celular”, me
dice mi hija Josefa de 11 años, camino al colegio esta mañana. Yo
lo había deslizado en uno de los bolsillos de su mochila porque los
miércoles necesitamos estar comunicados, ella llega antes que yo al
departamento. Le conté que me había percatado más temprano y que
sí lo llevaba. Me vino una frase a la memoria la que reproduje con
aires de “madre” enfadada: “¡Claro, siempre yo. Tengo que
estar pendiente de todo!”, y reímos de buena gana, más aún
cuando ella me dice: “Te pareciste a mi abuela”.
Cuántos de nosotros nos sorprendemos a
menudo diciendo, pensando e incluso sintiendo como nuestros padres,
abuelo, tíos o de alguien que haya jugado el papel de adulto
significante en nuestra infancia. Repetimos patrones y eso implica:
conductas, emociones, sentimientos, creencias, hábitos, juicios,
somos la copia, buena o mala, de alguien.
Somo imitativos y automáticos ¿qué
quiero decir? Que en un proceso de aprendizaje compuesto de cuatro
etapas, cuya primera fase es la “inconsciente-incompetente”, que
es cuando no sabemos que existe por lo tanto no lo manejamos; una
segunda fase que representa al “consciente-incompetente”, o sea,
se sabe de existencia de un objeto pero no se es capaz de operarlo
(un auto, por ejemplo. Lo mismo funciona para un sentimiento.); una
tercera fase en la que nos encontramos con el “consciente-competente”
que es la estrella del proceso, porque depende de esta fase de que
desarrollemos la habilidad de manera mediocre o lo hagamos con
excelencia, en otra palabras, sé que el objeto (o emoción) existe y
comienzo a aprender a lidiar con ella y la calidad de aprendizaje irá
de la mano con el modelo que tengo al frente, y una última fase, la
que nos convierte en automáticos: “inconsciente-competente”.
Es en esta última etapa cuando
enviamos todo lo aprendido a nuestra mente inconsciente y desde allí
vamos por la vida actuando desde el “piloto automático”. Podemos
enfrentarnos a momentos de incertidumbre, nos preguntamos por qué
pensamos o sentimos de esa manera, por último nos arrepentimos de
haber obrado de tal o cual manera, pero jamás atravesamos el umbral
del inconsciente, no podríamos sin algún tipo de terapia. Lo más
cerca que estamos de sentir que esa conducta “viene de otro lado”,
es cuando caracterizamos una actitud o conducta que generalmente
atribuimos a una madre. Al parecer estas últimas, por su rol de
contenernos y alimentarnos, generan una imagen, una impronta muy
fuerte en el carácter de los hijos, de allí que sean más
caricaturizadas. Como ocurrió esta mañana con mi hija camino al
colegio.
Claro que esto no es nada nuevo, es la
conducta humana desde siempre, heredada. Tengo la impresión que esta
repetición es la que inspira las amenazas del dios bíblico a su
pueblo: "Yave es paciente y rico en misericordia. Soportas la falta y el pecado, pero no dejas pasar la falta, porque el pecado de los padres lo castigas en los hijos, en los nietos y en los bisnietos". (Nm 14,18). Lo que podía ser juzgado como un mal hábito o una tara física, para la comunidad se convertía en pecado. Al heredar esta conducta los hijos y luego los nietos y hasta los bisnietos, se entendía entonces como la ira divina repitiéndose en las siguientes generaciones. No era otra cosa que una herencia.
La herencia es el conjunto de bienes, derechos y obligaciones que cuando una persona muere, transmite a sus herederos o legatarios, por lo tanto es el derecho de recibir algo de una situación anterior. Sigamos sumando conceptos. También está la herencia del fenotipo, donde el bebe "hereda" todo lo que lo afecta mientras se desarrolla como feto en el útero materno y entre eso, los medicamentos, las crisis emocionales, los alimentos, todo aquello que intermedia la madre. Luego está le herencia genética, todas aquellas células y partículas que proporcionan nuestros ancestros para que "armemos" nuestro envoltorio. La herencia ambiental que también incidirá, como la ubicación geográfica. No es lo mismo nacer a 200 metros sobre el nivel del marque a 5 mil.
Si ustedes van al trabajo o a la universidad y alguien les pregunta cómo llegaron hasta ese lugar, lo más probable que después de recorrer varias opciones como: en autobús, en auto, en moto, en bicicleta y sólo al final puede que digan: caminando. Lo más increíble es que ninguno llegamos a esta experiencia de vida sabiendo caminar, lo imitamos de nuestro entorno y luego lo mandamos a nuestro inconsciente desde donde caminaremos el resto de nuestra vida, de ahí para adelante sin cuestionar.
Esto es lo novedoso de tomar consciencia de nuestra "herencia", podemos devolver lo que está de más. Todo aquello que me esta haciendo pasar por malos momentos en la creación de mi realidad, lo puedo devolver amorosamente de quien lo tomé en mi infancia.
Muchas veces me sorprendo haciendo un juicio sobre algo o sobre la conducta de alguien y después de meditar un momento soy capaz de ver el hilo que me ata a mi padre o a mi madre y recuerdo, casi con perfección, que ellos pensaban o creían así de aquello. Luego de esto comienzo a buscar qué es lo que yo pensaría al respecto y descubro que, generalmente, no me afecta y es más, me doy cuenta que guardo respeto por esas manifestaciones. Casi todo lo que estoy repitiendo, creyendo, enjuiciando, valorando, criticando, es porque mi abuela, mi madre, mis padres (tuve dos maravillosos), mis tíos, mis amigos, el grupo de "amigotes" del colegio, y tantos más creían aquello. Entonces, cuando podía determinar lo que ellos creían, me preguntaba que es lo que creía yo,y generalmente nunca coincidía.
No se sorprendan tanto cuando les digan: "estás hablando igualito a tu mamá"; "¡Oh, te salió igualito a tu viejo!" y otras cosas por el estilo. Vamos a repetir el patrón; seremos una copia de nuestros viejos, de su manera de vivir, sentir, administrar, intelectualizar, compartir y lo más importante, en la manera de sentir la vida. Lo triste de todo esto, es que nuestros padres o ancestros han "sobrevivido" a la vida desde el miedo, por eso hemos construido esta realidad y no otra. El primer miedo es a la muerte, la madre de todos los miedos. La única manera de evitar repetir el patrón es desviar la norma, poniendo frente a nuestros hijos un modelo distinto a lo que somos para evitar la copia, si es que nos estamos contentos con lo que hemos llegado a ser en la vida, si es que queremos que construyan su realidad desde el amor no desde el miedo. Por último, una pregunta ¿se ama usted? Eso nos ahorra camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario