¿Qué es el Sistema de Creencias?
¿Cómo se origina? ¿Qué función cumple? Podemos explicarlo con
peras y manzanas y al final les dará exactamente lo mismo. Parte de
esto es su función. Creo y a partir de allí vivo. Creo, con sus dos
referentes: de creer y crear. Esta es su función; adquiero todo lo
que creo de mi entorno, de mis adultos significantes; tomo de ellos
todo lo que “creen” y “sienten” de la vida, más mis
experiencias y establezco mi sistema de creencias. En otras palabras:
se originan de la observación directa, la experiencia y el contacto
personal, las que puedo describir y por todo lo que me informan otras
personas, sus supuestos, sus mitos sociales. ¿Cuándo ocurre este
proceso? En nuestra más tierna infancia y luego, dado los procesos
de aprendizaje, envío TODA la información a mi mente inconsciente
desde donde comienzo a actuar automáticamente. ¿Pero qué pasas si
mis creencias me condenan al sufrimiento permanente? ¿Lo podré
cambiar por uno menos nocivo? Un árbol me enseñó cómo, y ésta es
la historia.
En mi proceso de crecimiento personal,
atravesé por un par de experiencias que en su momento no pude
comprender, hoy gracias a un árbol lo tengo muy claro. La primera de
ellas fue el 2004. Un amigo estaba titulándose de Reiki 2 y me
ofreció una sesión gratis, la que obviamente acepté. No tenía
ninguna experiencia previa en el tema entonces me entregué a sus
indicaciones. Lo que “vi” en el estado de meditación profunda en
la que entré, no la pudo explicar el terapeuta. En ese estado más
el olor del incienso y los sonidos de la naturaleza que inundaban la
habitación desde el reproductor de CD, me llevaron a tener ciertas
visiones. En ellas podía ver cómo un sinfín de imágenes de yeso
se estrellaban contra el piso y se reventaban en mil pedazos. Eran
representaciones de todo tipo: religiosas, económicas, políticas,
todas estrellándose contra el piso.
Luego se cruzó en mi camino una
terapeuta holística venida de Holanda, Guillemette Köning, con
quien viví mi segunda experiencia. Luego de una meditación guiada a
mi templo interior, el que estaba en deplorable estado, me paré en
medio de mi llama Trina, que es un fuego que representa las tres
fuerzas principales de nuestro Ser. Estaba allí suspendido sobre
esta llama y mi cuerpo comenzaba a descascararse dejando paso a un
cuerpo brillante, dorado. Esas dos imágenes me acompañaron por años
sin que me significaran nada más que parte del proceso de
crecimiento personal que había iniciado. Hasta un par de primaveras
atrás, subiendo mi amado Cerro San Cristóbal, meditando
precisamente sobre los sistemas de creencias y cómo estos, poderosos
y de fuertes raíces, generan nuestros pensamientos, estos nuestras
emociones y sentimientos, TODO a partir de lo que creo. Remover esas
creencias nos parece, a la mayoría, algo TOTALMENTE imposible. EL
ÁRBOL ME ENSEÑO LO CONTRARIO.
En una de las vueltas subiendo el
cerro, me encontré con un árbol el que me pareció increíble por
la rectitud de su tronco, por lo liso y blanco de su corteza. Cada
vez que pasaba por allí pasaba a saludarlo con reverencia por lo que
significaba para mi. Pasó el verano, luego el otoño y en invierno
mi árbol ya no era tan blanco, su corteza se tornó café claro,
casi rojizo; había muchos nombres y cosas escritas en ella. El
aprendizaje sobre lo fácil que es cambiar el sistema de creencias no
vendría sino hasta el próximo verano.
Uno debe comprender que algo que cree
le puede provocar emociones y sentimientos que les pueden causar una
grave enfermedad la que puede ser fatal. Un marido celoso es capaz de
cometer un crimen por el sentido de pertenencia que tiene sobre su
esposa y de lo que él cree que le hacen a él, cuando en realidad se
lo hacen a ella. Esto que parce un chiste ocasional, es una verdad.
En África, en un poblado cuyo nombre no me acuerdo, el hombre cuya
mujer es la más deseada y poseída por los hombres de la tribu, él
es el más honrado. ¿Qué es lo que hace estas dos historias muy
diferentes? El sistema de creencias. La respuesta será tan fácil
como: deja de creer. Si te anclas a decir: “así soy yo y nadie me
va a cambiar”, estás decidiendo nunca cambiar tu corteza, que es
lo que no hace mi estimado árbol.
A veces, cuando decido no
cambiar esas “cortezas” que forman mi sistema de creencia, éstas
nos deforman físicamente, porque sentimos su peso. Se pueden
manifestar en obesidad, alcoholismo, drogadicción, o cualquier
figura que, conscientemente, ustedes saben que no les producen
satisfacción. Lo que el árbol me enseñó fue eso. Es fácil
deshacerse de esas creencias nocivas. Lo puedo hacer cada temporada:
cambiar la corteza. Todo lo que estaba escrito en ellas desaparece y
tengo una nueva mente para escribir en ella lo que me hace sentir
bien, sano, recto, como mi árbol. ¿Quieren cambiar su realidad?
Cambien su Sistema de Creencias, cambien su “corteza” cada vez
que lo necesiten, es fácil, como me lo enseñó un árbol que crece
recto, sin peso y que se reescribe cada año; este verano escribiré
mi nombre en él y ya sé que para el próximo no estará allí.
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