domingo, 3 de mayo de 2015

Crónicas de un viaje especial, un viaje al corazón de mi madre.




Aquí voy, camino al aeropuerto, en un bus tomado en la estación Pajaritos del Metro, todo porque a mi ex se le ocurrió que debería ahorrar lucas para el regreso de mi viaje, que será de madrugada. Ella, mi ex, tiene un sentido especial de la administración que de haberle hecho caso cuando no era mi ex, tal vez hoy sería un tipo acaudalado y aún con familia.


"Tú madre está enferma y tienes que ir a verla", sentenció la Clau. Yo soy un tipo más bien egocéntrico, todo gira en dirección a mis compromisos, mis deberes y necesidades, pero la frase determinante dicha por Claudia, instaló a mi madre en mi mente y entonces pude ver lo que ella necesitaba: mis manos, mis brazos, mi amor, que la sostuvieran, la contuvieran en sus temblores del pánico que le producía la sola idea de morir.

Hasta ese momento sólo había mirado el mundo desde mis creencias sin respetar la de otros. Y no es que uno ande cediendo a los caprichos o necesidades de las vidas de otros, sino que uno debe ser capaz de entender que a veces los otros tienen miedo, muchos en realidad. El miedo los vuelve niños y necesitan ser contenidos. Yo, más que nadie, tenía que contener a mi madre, porque nuestras historias cruzadas resultaban emocionantes, aventureras, cómplices y lo más importante: ¡divertidas!


Ya estoy instalado en el avión cosa que no me agrada, ni siquiera un poquito. Voy a pensar en aquellas historias cómplices para olvidar el vuelo. Separarme del suelo es una experiencia psicológica emocional traumante: ¡¡No soy gato okeyyy!! Es por esto que viajo poco y estoy consciente de todo lo que me he perdido del mundo y sus maravillas, pero también sé que me he ahorrado muchas gastritis, ansiedades, angustias y anginas de pecho, lo que se traduce en crisis de pánico ¿De dónde me viene todo este tipo de cosas? ¡De mi querida madre pues! De ella heredé el pánico que hoy lo he reducido a su mínima expresión con un Irish Coffee antes de abordar. El pánico de mi madre es más importante que el mío.

Recuerdo hilarantes persecuciones infinitas en un vano intento de mi progenitora por castigarme. Mi madre con el cinturón de cuero blandiéndolo en el aire cual espada de Samurai de comedia, me perseguía para darme una dosis de chinchorrazos ganados con las "maldades" cometidas durante su ausencia, pero que mi abuela materna y mi tía, la hermana gemela de mi madre, se encargaban de anotar en un lista que le entregaban cuando ésta volvía del trabajo. Por alguna razón, ella tenía que demostrarle a su madre, la matriarca, que estaba a cargo y que podía dominar, corregir y educar, finalmente, a estos pequeños monstruos. El tema aquí era que, "patititas para que te quiero", "volaban" alrededor del patio incansables e inalcanzables y mi madre, agotada bufando como una yegua, terminaba por desplomarse en una desvencijada silla olvidada por allí en algún rincón de aquel patio, que para mi era la arena del Coliseo, donde cada tarde derrotaba al gladiador que buscaba castigar mis travesuras de niño.

Y aquí voy, volando a miles de metros de altura y mi corazón se bambolea estrepitosamente al menor sacudón de la nave. Mi oídos se tapan, debo tragar saliva para descongestionarlos y eso es porque ningún ser humano debería estar aquí:¡NO SOMOS PÁJAROS! 
Pero en fin, esta es la única manera de llegar lo más rápido al lado de mi madre, más aún cuando en este momento ella sueña con un abrazo de su hijo ya que su gran temor es no volver a verlo nunca más. Yo el miedo lo tuve de pequeño y ella con todo el amor del mundo abría las cobijas de su cama para contener mi miedo y su respiración era como el ronronear de un gato que calmaba los latidos de mi corazón. ¡Cómo quisiera que estuviera aquí para que me sostenga el corazón que se me agita como loco cada vez que al piloto se le ocurre pasar por nubes como calaminas que nos hacen sacudirnos como si estuviéramos bailando, pero sin música, o peor, como si fuéramos un viejo camión desvencijado transitando por caminos irregulares. 

El vuelo avanza y me sobresalta pero mi mente se refugia en el tiempo de mi madre ¡Tengo la mejor madre del mundo! Siempre hizo lo que tenía que hacer, casi por intuición. Castigaba duramente nuestros yerros como lo aprendió de sus mayores y lo hizo con el corazón apretado, pero con la fuerte convicción de eso era lo mejor para nosotros, y lo fue. Es la más divertida de todas. Si hay algo más que el amor de mi madre que siempre estará conmigo, es su risa. Estertorea, sincera, generosaI, divertida, contagiosa, tan fácil como su alegría de vivir, algo que siempre admiré en ella. No le tocó fácil a mi madre, por el contrario, fue abandonada por su centro de estabilidad emocional: su familia, se las rebusco para sacar adelante a sus chiquillo con lo único que tenía a mano: su amor de madre.


¿Saben cuántos asados a la parrilla he hecho durante mi media vida? No podría contarlos, sólo sé que son muchos y permítanme decirles que no es necesariamente por el gusto a la carne, ¡no! Cada uno de ellos traía a mi mente emocional los bellos recuerdos de "carne con la mano" que a menudo nos preparaba mi madre durante nuestra infancia. Ella era la verdadera Reina de la Parrilla. Ese juguito corriéndonos por el antebrazo, era el amor de mamá que regalaba a sus polluelos esas tardes de entretención familiar.


Probablemente me demoré en venir a verla. Uno, porque le tengo pánico a los aviones, y dos, soy tremendamente responsable con mis deberes, y tal vez la razón más importante es que este es como un viaje de despedida. El médico que la trata sentenció: "haremos lo que se pueda". Entonces, y ante las reprimendas de mi ex, decidí que debía viajar, y aquí voy, enterrado en la escritura de mis recuerdos con mamá no sé si para "desconectarme del viaje" o para rendirle un homenaje a la mejor madre del mundo: Aurora Judith de Lourdes Cortés Cortés, y no es hija de madre soltera
.


Tampoco fue hija única. Tenía una hermana gemela, ambas tremendamente guapas, de allí que yo salí todo un galán, por lo menos así testimonian algunas amigas de mi historia. Un hermano que murió tempranamente por un alcoholismo avanzado y mi tía Chela que murió de 90 y más y que era igualita a la viejita del comercial del Omo. Mis abuelos también murieron a edad temprana, es más al abuelo Lucho no lo conocí. Era una familia dispersa, allí radica lo disperso que soy y de mi afán de "sembrar" familias por todo Chile, siempre es bueno justificarse en el contexto en que llegaste al mundo. O sea, además soy un cara dura.


Ella soportaba muy bien esta estructura familiar. No es muy sociable. Le gusta estar más en su casa que en cualquier otra parte, aunque esa parte sea París o la bella Venecia. Es feliz en su hogar, cocinándole a los suyos, su eterna manera de demostrar su amor: a través del servicio. Esta "maña" le costó el abuso y la mal crianza de la gente a su cargo, hijos, nietos y bisnieto. Pero a su manera, con sus carachos, con su aparente apatía mi madre amaba como ninguna otra mujer sobre la faz de la tierra y era feliz, se sentía útil y querida. Pasaron muchos años para que yo me diera cuenta de eso. Tuvieron que pasar los suficientes años que me hicieran alcanzarla para entenderla y amarla incondicionalmente
.


Buena para la pachanga la Yoya. Pero tenía un mérito que ya nos lo quisiéramos todos los beodos de este mundo: nunca se emborrachaba, así que después de acostar a los caídos, ella procedía a sus rutinas de limpieza, jamás se acostaba hasta que todo estuviera impecable. Jamás la vi irse a la cama hasta que todo estuviese limpio y ordenado ¡Cómo me habría gustado haber adoptado ese hábito! En mi departamento sólo me ataca el "virus" de la limpieza cuando ya no quedan más platos en que servir y entonces también la recuerdo a ella. Otra seudo justificación emocional a mi "cochina flojera"
.


Tuve la suerte de crecer al amparo de "Saturday nigth fever" y "Staying Alive" y la concreción del concepto discoteque en mi antofagastina "perla de norte". "Le Etoile" y otros recinto vieron nuestro intento de reproducir al personaje Tony Manero y hay que decirlo, en algunos caso una copia bastante patética, ¡cero ritmo! Definitivamente el baile no era lo mío ¿Qué era lo mío? La noche y la bohemia y mi Yoya. A pesar de las crisis de pánico que la acompañaban cuando mi hermano y yo salíamos de juerga, se mordía la lengua y nos daba permiso. Nunca nos negó la posibilidad de divertirnos aunque para ella esa diversión era un tormento que la tenía en vilo hasta que nos veía venir a casa muy temprano de madrugada. Cuando llegábamos con los amigotes, ella no escatimaba esfuerzo y nos servía desayuno con pan calentito que uno de nosotros se encargaba de ir a comprar. Esa era mi Yoya de los 70. Y mis amigos la adoraban, es que la "tía" era súper buena onda.


Soy un alma libre porque he tenido una madre que siempre ha respetado mis deseos de volar. Soy una persona con una inteligencia emocional hoy bastante equilibrada, porque he tenido una madre que me dio cosas en que pensar y cuestionar. Soy muy responsable de todos mis actos y decisiones, porque he tenido una madre que me dejo caerme cuando tuve que hacerlo y me permitió aprender de mis propias experiencia
.Por todo esto, no soy un hijo "mamón", soy un hijo que habla con su madre de igual a igual porque gracias a su manera de amar pude madurar en el camino. Por eso sé que cuando ella inicie su viaje de regreso a la matriz, sólo podré decirle gracias, que ella fue lo que tuvo que ser para que yo sea hoy el que soy. Podré decirle que cada experiencia que viví junto a ella será vista con el amor con que fue creada y que su risa hermosa será siempre mi mejor recuerdo. En cada parte de mí, hay partes de ti, por lo que, aunque digas adiós, no podrás irte, permanecerás en mi hasta que yo me vaya y en tus nietos y bisnietos y permanecerás en todos aquellos que convertiste en "familiares" porque sólo supieron amarte cuando te conocieron.


El avión sigue sangoloteándose y la verdad es que ya no me preocupa tanto. Hemos comenzado ese descenso que hace que mis oídos se tapen. Pero ha sido un viaje feliz, porque he podido revivir cada emoción vivida junto a mi madre amada. Esta experiencia de vida no podría haber sido posible de haber nacido en una matriz diferente. Todos mis miedos, todas mis angustias, todas mis creencias, todos mis juicios y todos mis valores tienen el nombre de mi madre. Ella es el juego que quise jugar. Ella representó lo que yo debía superar.

Mi pequeña Ingeborg, el gran bastón de la YOya

Cuando era niño y generalmente tenía miedo, ella estaba... siempre estaba, para contenerme y cobijarme bajo las frazadas de su cama. Espero mi viejita que cuando te abrace hoy te sientas tan amada como yo me siento cada vez cuando me abraza tú.


Estamos por aterrizar. La tripulación de cabina ha preparado todo para la aproximación al aeropuerto de Cerro Moreno. Allí está mi hija esperándome para partir rápidamente a urgencias del Hospital militar donde está internada mi madre. No sé si se va a recuperar. No sé si ya va a partir, la única certeza que tengo es que la misión de mi madre está más que cumplida, que si se tiene que ir, puede hacerlo en completa paz, supo ser una de esas personas buenas y maravillosas que nos topamos en la vida.


Siempre tenemos que aterrizar en alguna parte, yo estoy por hacerlo en Cerro Moreno. Hace muchos años aterricé en el corazón de mi madre y por los avatares del crecimiento, del camino a la madurez, fui injusto, cruel, duro y muy imbécil con ella como tantos hijos en el mundo, pero con el pasar de los años, entendí que todo eso tenía que ser así, de otra manera nunca habría aprendido a decir PERDÓN.


El avión acaba de aterrizar. Pegué un salto. Ahora sólo quiero abrazar a mamá
.
Mi Yoya en la locura de las selfies

No hay comentarios:

Publicar un comentario