lunes, 4 de mayo de 2015

La despedida, un momento de dolor.



Mi gran Maestra de vida, la Yoya
Los sistemas de creencias, los patrones culturales con los que la sociedad nos educa, nos uniforma y aprendemos a responder, de manera automática,  frente a circunstancias que no son más que procesos establecidos por el universo en su camino auto destructivo, cambiante, y que de alguna manera, nos hace entender que es así como es la vida. La visión que se nos instala y que busca cambiarla a "nuestra pinta" es cuando el Ego hace su irrupción más profunda y termina por establecer que esa manera en que él ve la vida es la verdad absoluta y determinante. De allí tanto dolor en el momento de la despedida.


"Morir quisiera, morir morir" cantaba mi Omama. Yo tenía nueve años y la seguía silenciosamente al living donde mi Omama se sentaba cada tarde a tocar el piano, cosa que hacia de maravillas, y a cantar sus romances que, en sus años de mozuela enamorada, le había dedicado hace tanto tiempo a su viejo Waldemar, mi Opapa. A mi corta edad yo sabía que esa música se apagaría un día y que esa voz se extinguiría en un grito disfónico de una aparato desvencijado por el paso de los años en el proceso inexorable del envejecimiento que concluye con la muerte. Ya sabía de la muerte. La conocí de pequeño cuando desmembraba a los saltamontes y cuando degollaban a los corderos y mataban a las gallinas. Macabras escenas que se endulzaban con las notas del piano que cada tarde la Pinita le arrancaba a esas cuerdas destilando nostalgia.
Mi Omama Pinita y mi Opapa Waldemar



Que todo se acaba, que todo trasmuta, que todo cambia, eso, lo supe desde muy niño. A mis seis años había perdido a mi padre, y también a un par de perros que jugaron el rol de amadas mascotas, aunque una de ellas casi me arrancó un ojo. Entendí que la muerte es la salida obligatoria a esta experiencia humana. Entendí que no hay una vía alternativa o un escape a ese destino. Este es una senda que todos en algún momento comenzamos a caminar, como "La milla verde" de Stephen King. Todos esperando la muerte. Pero allí, al menos en occidente, comienza otro proceso, un proceso enfermizo, el deseo de eternizarnos.


Primero fue la fuente de la eterna juventud codiciada hasta la locura en 1513 por el español Juan Ponce de León; algunos ritos macabros de sectas oscuras que buscaban la eternidad; la cosmética ofreciendo prolongar la juventud a través del rejuvenecimiento de la tersura de la piel; la cirugía plástica con grandes aciertos y horribles desaciertos; La farmacéutica que ha logrado, junto a la medicina, prolongar la vida de los seres humanos a costos muchas veces patéticos y patológicos.



Luchamos contra la idea de la muerte y descuidamos el propósito de la vida.






Ver a mi madre convertida en huesos y pellejos fue fuerte. Esa mujer de carácter, hermosa, siempre "rellenita", llevadas de sus ideas, "cabrona" hasta el cansancio, por el "bien" de todos los otros que no eran ella, desapareció tras dos ataques silenciosos al corazón, después de eso nunca más dejó de entrar a urgencias del Hospital Militar de Antofagasta y hasta hoy, que aún no ha logrado salir. "Tu madre ya no sirve para nada", fue la frase llena de frustración con la que me recibió, a lo que yo respondí: "todo es como tiene que ser, no hagas juicios que sólo te encadenarás al sufrimiento, vas a estar bien". No me creyó.


Los días que estuve con ella, mostró un mejoramiento. Los calmantes y la pastilla para dormir, hicieron maravillas, conversó conmigo toda esa tarde de domingo, hasta que llegó la hora de despedirse. Yo debía volver a mis labores en la capital y ella soltó un llanto que fue desgarrador. Ella tiene la certeza no me volverá a ver otra vez y yo también, al menos en este plano terrenal. Me abrazó y me acarició de tal manera que tengo sus manitas acariciándome grabadas en el alma y aún siento sus manitas deslizándose por mi espalda y en mi oído su hermosa voz diciéndome incansables veces: TE AMO. Le pedí que me mirara y que viera en lo que me he convertido, en una buena persona y le dije: "esto fue lo que tú hiciste, te puedes sentir satisfecha, lo que querías para tus hijos, lo has logrado, yo y mi hermano somos buenas personas, así que has cumplido con creces tu misión". Y la besé, mucho rato, con muchos besos, devolviéndole cada uno de aquellos que grabó en mis mejillas infantiles y que uno pronto olvida. Pude abrazarla bastante, a lo mejor no lo suficiente, ella me abrazó en su vientre por tanto tiempo y yo sólo le dí tres días de mi agenda.
La Yoya y sus hijos.

Pero sé que su luz recorrerá esas otras dimensiones de este vasto universo que hoy nos están vedadas. Recuperará todos aquellos poderes que dejó guardados para poder venir a jugar esta experiencia llamada vida. Se llevará increíbles tesoros como el sacrificio, el abandono, el sufrimiento, la bondad, la humildad, la generosidad y tantas emociones que sólo pueden ser vividas en esta dimensión. También conoció la parte más oscura de su ser: la ira, el enojo, la agresividad, yo la ayudé bastante en esa parte de su experiencia. 

Cuando soy capaz de conectarme con el "sonido" del silencio, entonces me conecto al espíritu y entonces tengo la certeza de todo lo que escribo.

Cuando mis vibraciones son bajas, entonces me instalo en el EGO y aparece de dolor de la despedida, por que es el Ego el que tiene miedo a desaparecer, a no ser eterno y lo sabe, porque él no está invitado a ese viaje dimensional, él sólo existe para que podamos jugar esta maravillosa experiencia llamada vida y cuando esta termina, él también.

Yo despediré a mi madre con alegría en el corazón y con mucha gratitud por haberme permitido jugar con ella este juego, de otra manera no podría ser quien soy. Solo amor para mi gran MAESTRA DE VIDA.

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