El avión se zangolotea a cientos de metros del nivel de la tierra, donde yo debería estar ahora, sin embargo voy montado en este cilíndrico transporte que acorta las grandes distancias que hemos construido entre los nuestros.
La sola advertencia de que mantengamos nuestros cinturones ajustados por probables turbulencias, me descompone. Ellos insisten en la turbulencia "ligera"; para mi es un camión de los 50 que, dificultosamente, transita sobre caminos de tierra.Escribo esto y seguimos con la zumba.
Mi colega Fernando Zolabarrieta, se acaba de mudar al asiento número dos. Lo ataca la impaciencia por querer bajar rápido de los aviones y hoy nos tocó sentarnos a la cola. Compartimos algunas experiencias con respecto a su salida de TVN y de su regreso a la radio que nos cobija, la mejor, la BIO BIO. Nos despedimos y quedamos de vernos. Yo regreso a mi escritura.
La turbulencia "ligera" no para de acompañarnos. Debe ser normal para este tiempo de otoño. Fuertes vientos transitan a más de 400 kilometros por hora y nosotros entre ellos, metidos en este "tubo" que se me asemeja a un dentífrico, desafiando todas las leyes naturales, suspendidos a miles de metros en la estratósfera. Me tomo otro cuartito de Clonazepam para "soportar" el pánico que me ataca cada vez que subo a un avión, algo que me parece tan anti natural.
Me imagino como debe ser esto "allá" afuera, en el espacio infinito. Todo girando a velocidades
inimaginables. Nuestro planeta girando sobre sí mismo a miles de kilómetros por hora y nosotros en esta "vaina" luchando con los vientos que eso provoca. Imagino a la velocidad que gira al rededor del sol y me espanto. No quiero saber cómo el sol gira o a qué velocidad lo hace alrededor de otros sistemas solares. Ya estoy muy mareado de sólo imaginarlo. Somos tan pequeños para tener conciencia de todo ello, entonces se convierte en trivialidad. Como nos parece trivial comer, cantar, bailar, hablar, etc. Y créanme que no lo es.
A pesar de todo, mi corazón está en paz. Primera vez, que viajo de regreso a Antofagasta, y tengo todo tan claro. Voy a devolverle estos miedos panicosos a su dueña, de,quien los heredé hace ya más de media vida. Voy a devolverle sus angustias y sus llantos, sus temores y ansiedades y a darle las gracias de habérmelos prestado ya que sin ellos no me podría haber entretenido en esta vida como lo he hecho.
Voy a sentarme a su lado y la escucharé por horas. Quiero que me hable de mi infancia, del embarazo que me trajo al mundo, del padre que escogió para mí, de los errores que cree haber cometido, de los éxitos que disfrutó en su vida, y quiero que me los cuente no porque no me sepa todas y cada una de estas historias, sino porque quiero que ella se escuche y sepa agradecer todo lo que hizo en esta vida, porque eso, los recuerdos constituyen el único equipaje que se llevará a ese otro destino, del que conocemos nada o casi nada.
Las últimas investigaciones de los expertos han coincidido con el Dr. Rick Strassman que sugiere una hipótesis fascinante: que el alma humana encarna en el cuerpo en la séptima semana después de la concepción, utilizando la glándula pineal como canal espiritual. Esa luz, el alma poderosa, que viene de la perfección, de la felicidad, amor y paz eternos, a conocer y jugar en la vida con el drama, el dolor, el sufrimiento, a conocer las lágrimas, el arrepentimiento y el perdón. Olvidamos tanto ese gran poder y, entonces crece tanto nuestro ego, (sin él no podríamos vivir este juego), que cuando vamos de salida nos llenamos de miedo. Creemos que la muerte del cuerpo es la muerte del espíritu, porque hemos olvidado que es eterno. Voy donde mi madre para que recuerde la luz poderosa que es, para que encuentre esa puerta por la que ingresó al juego y entonces volverá la paz a su corazón.
El avión no para su zangoloteo, la "turbulencia ligera" nos ha acompañado todo el trayecto, pero la verdad ya no me importa, porque al ver la luz de mi madre y al recordar que muchos de estos miedos panicosos los heredé de ella para jugar mi vida, hace que comprenda que hoy vengo a devolvérselos, no sé si todos, creo que me quedaré algunos para jugar un rato más todavía. No se puede jugar el juego de la vida sin miedo al riesgo que es lo que provoca la adrenalina. Para la eternidad, el amor incondicional, la felicidad eterna, para ello está la muerte.
Quien teme a la muerte no es la luz, porque ella se sabe eterna y poderosa, la partícula de Dios. Quien teme a la muerte es el EGO, porque sabe que no trascenderá a esta experiencia y eso lo asusta, le duele, lo evade a través del llanto. Y confabula a todos los Egos a su alrededor para que participen de su temor y cual plañideras, hacen coro de su pánico a dejar de existir, y el dolor se vuelve patéticamente irresistible y cobra forma de figuras siniestras como el celo, la competencia, el llanto dramático, los conflictos, el "rasgar vestiduras", el lanzarse tierra sobre el cuerpo, que no son más que EGO revolcándose en su dolor como el aguijón de la abeja que palpita en un vano intento de continuar su existencia. También existe el llanto del espíritu, pero ese es en silencio, en paz, en amor, porque sabe que se reencontrarán un día.
Hoy vengo a ver la luz de mi madre. Vengo a conectarla con su espíritu y para eso deberá mirar a su EGO a los ojos y pedirle que la deje en paz, y deberá pedírselo con cariño, con amor, porque él le permitió la maravillosa vida que construyó, pero que ahora debe dejar paso a la luz, para que pueda perdonarse y perdonar y revisar lo que aprendió de esta experiencia para ingresar esos datos a la gran consciencia universal, porque en el fondo no somos más que Dios conociéndose a sí mismo.
Hoy vengo a ver la luz de mi madre, vengo a conversar con ella, vengo a agradecerle que no haya roto ni un sólo pacto que establecimos previo a la vida, antes de venir a este planeta a jugar los roles establecidos en esa eternidad. Fue la madre que juró ser cuando allá, en el espacio infinito del amor universal, nos pusimos de acuerdo, por ejemplo, en cuánto nos haríamos sufrir, pero que jamás olvidaríamos que esto es sólo un juego.
Hoy vengo a ver la luz de mi madre, con la paz en el corazón.
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