Emociones que tú despertaste
mi mujer gigante...
Las hiciste girar,
las convertiste en mariposas de colores,
y también en dolorosos cardos y espinos
que más de una lágrima
le regalaron a mi corazón.
Emociones que trajiste
de tu mundo de mujer gigante,
para agitar las olas de un mar en calma,
casi dormido, casi vacío, de un monje adormecido.
Eres tan gigante que por eso no te alcanzo;
eres tan indómita
que no hay corral que te resista;
eres tan fuerte que ni una lágrima te alcanza
ni te daña mujer gigante.
Puedes recorrer el mundo en dos zancadas
y sentarte en él, admirando un eterno atardecer,
o girar tu rostro hacia la luna,
y entonces serás penumbras...
en mi triste y pequeño corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario