lunes, 3 de octubre de 2016

AURORA MÍA




No sé dónde mirar para buscarte.

En un cielo que no existe;

en un paraíso o en un infierno,

creaciones de una mente reprimida;

y entonces sólo logro encontrarte

entre mis recuerdos alegría mía.



Heredé de ti tus besos,

tus abrazos con olor a melancolía;

tu risa y tu amor por el canto;

tu gozo por la vida y sus encantos.

Aun escucho tu risa cual bella melodía

que acompaña el trino de las aves,

en mi despertar de cada día.



Como decretado por tu nombre,

eras el despertar de tantos,

a los que querías levantar como levantas el día.

Hasta tu último suspiro

nos retabas a todos a llevar una buena vida;

quizá esa fue tu mayor y más lenta agonía.



No recuerdo a nadie

disfrutar tanto con los caracoles en la playa;

con las mariposas de Los Sauces;

de las risas escondidas en el silencio de la noche;

bromeando todo el tiempo con tu “correte choche”.



Me quedó de ti, sólo tu amor, jamás un reproche.

Me quedó de ti la libertad y el saber que no siempre es de noche.

Me quedó de ti el valor del saber que me hizo ante ti más noble.

Me quedó de ti una tristeza y melancolía, porque te llevaste mi alegría.



Aurora mía, fuiste mi alegría.

Gracias por una infancia divertida a pesar de tus dolores;

gracias por hacer de tus noches días,

para que no nos faltara nada 

y nada nos faltó, hasta tu partida.

Te busqué en el cerro hoy, 

y te encontré acurrucada en mi corazón

Llenita de recuerdos y por fin volvió a mí,

mi alegría, mi Aurora mía.


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