Son luces fugaces que recorren mi ser.
Unas resistiendo, otras combatiendo
y otras definitivamente rendidas
a la fortaleza de tu recuerdo.
Unas luchan por el sueño perdido,
otras arrancan de la ilusión
con tal de no perder la realidad;
una realidad donde solo eres humo de carbón
que traza tu silueta delicada como la sombra
de una noche borracha y borrosa,
de una noche que ya no sé si existió.
Se revoluciona mi ser
ante el recuerdo de tu aroma
del sonido de tu voz que brotaba incesante
colocando imágenes y dibujando paisajes
que prometían ángeles dorados como custodios
de una historia única e infinita
contra el resto del mundo.
Palabras que danzaron por mi espacio,
palabras que se colgaron de mi brazo
paseando por la ribera de un mar imaginario
como una esposa enamorada en un parque vespertino
donde del agua estaba en el viento
y los árboles eran corazones de chocolates,
y un atún comía de sus ramas.
El amor es el pincel
que recorre la tela en busca de trazos mágicos,
que cuenten historias doradas de sueños ilusos
que despierten a las ninfas del bosque dormido
para que vengan a danzar
sobre el fuego de corazones en batalla,
en una batalla contra el olvido.
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